13 de septiembre de 2009

Ida Holz: otro ejemplo uruguayo mal conocido...

Ida Holz obtuvo el premio "Trayectoria 2009", otorgado por Lacnic, el registro de direcciones electrónicas en Internet. Inició su carrera cuando las computadoras ocupaban habitaciones enteras. Hoy sueña con hospitales virtuales.

Por RENZO ROSSELLO para el diario "EL País", MVD, UY.

Hace tan sólo unas décadas, nadie habría imaginado que el proyecto de los grandes próceres latinoamericanos se concretaría en forma virtual, antes que en las aguas siempre turbulentas de la política y la economía. La interconexión latinoamericana, el acceso a la red de redes que hoy es un elemento más del paisaje, sin el que ya no es posible pensar lo cotidiano, también tuvo a sus próceres.

La ingeniera Ida Holz (74) huiría espantada si alguien se atreviera a utilizar este adjetivo acerca de su persona. Pero, aun si no alcanzaran sus cuatro décadas de actuación académica, fue su voz la que en un ahora lejano 1991, durante un foro en Rio de Janeiro, se alzó para decir "no" cuando representantes de Estados Unidos y Europa pretendieron instalar el gobierno de la red de redes con sus propias autoridades. Bastó que esta mujer levantara la cabeza y dijera "no estoy de acuerdo" para que el resto de los académicos latinoamericanos se plegara y en una noche redactaran algo así como la declaratoria de la independencia en Internet.

Holz lo relata ahora con una sonrisa y despreocupada modestia. Pero el antecedente del foro de Rio es lo que explica la existencia de la actual RedClara, de la propia Lacnic y, en Uruguay, del desarrollo que la informática y las tecnologías de la comunicación alcanzaron.

Ida Holz se formó en la Facultad de Ingeniería con la generación pionera en la década de 1970 en computación. La dictadura la obligó a ella y a su marido el artista plástico Anhelo Hernández a exiliarse en México. Allí hizo una carrera ascendente, en el diseño de políticas económicas y sociales, y más tarde en el Instituto Nacional de Estadísticas. Ella, como tantos exiliados, no podía aspirar más que desarrollar una carrera con el "techo" que la condición de forastero le impone a cualquier profesional en otro país. Sin embargo, cuando ya estaba haciendo las valijas para el retorno, el gobierno mexicano le ofreció la dirección del instituto. "Me costó mucho", recuerda ahora, "primero por el salario que me ofrecían, ocho mil dólares mensuales, y segundo que era un trabajo muy interesante". Pero era 1985, Uruguay volvía a la democracia y los amigos y antiguos colegas la llamaron para que concursara en la Universidad de la República en la obtención de la dirección del Servicio Central de Informática (Seciu). "Y me vine acá, a ganar el salario universitario", dice con una sonrisa no desprovista de cierta ironía.

Desde 1987 ocupa su cargo en el Seciu, desde 2005 también ejerce en el directorio de la Agencia de Sociedad de la Información de Uruguay (Agesic).

Desde esos sitios vio nacer y expandirse a velocidad abrumadora el fenómeno de Internet. "Ninguno de nosotros lo imaginábamos", reconoce.

También fue una pieza clave en la versión uruguaya del programa one laptop per child (un laptop por niño), el Plan Ceibal. De sus sueños realizados, este tal vez sea el que más rápido le arranca una sonrisa.

Su otro gran amor es la Red Académica Uruguaya, el nodo que interconecta a todas las casas de estudio y que, red mediante, conecta a su vez con otras 800 universidades y centros de investigación académica de América Latina y el Caribe. A partir de esa red planea también concretar otro de los proyectos que le quita el sueño: la interconexión de todo el sistema hospitalario.

Este ambicioso proyecto permitiría la concreción del "diagnóstico remoto", un medio por el cual un médico del sitio más apartado del país pudiera acudir a la opinión y, eventualmente, el diagnóstico íntegro de una junta médica de primer nivel, no solamente integrada por sus colegas uruguayos, sino de cualquier parte del mundo.

El tiempo pasa y las barreras para concretar este sueño, empero, no caen. No se trata de falta de tecnología, "en el país existe", sino de la mentalidad de los uruguayos.

Así que esta hija de modestos inmigrantes judíos logró en algo más de cuatro décadas dejar un legado que continúa en pleno crecimiento.

Aunque ya planea su retiro, antes quiere concretar los proyectos que la desvelan. Crítica, pero incansable, no deja de acicatear a colegas y autoridades. Y también hace sus diagnósticos sobre Uruguay: "No tener miedo de equivocarse, ese es el gran problema de este país".

- ¿Cómo vivió el regreso al país tras la apertura democrática?

- Y bueno, no era fácil. Yo me acuerdo que vinimos por primera vez en el `85 y nos fuimos convencidos de que no íbamos a volver. Vimos este país y dijimos: no. Pero, bueno, después empezó toda la gente que se volvía, las dudas, uno decía no se puede vivir toda la vida con dudas, nos volvemos, no nos volvemos. Y bueno, nos volvimos. Y en un momento determinado en el `86 me llamaron que iba a haber un concurso para la dirección del Seciu, que no me acuerdo si se llamaba así ya, me llamaron mis amigos y me vine a concursar. Yo había hecho una muy buena carrera en México, yo creo que la suerte me acompaña. Trabajé en el Instituto Nacional de Estadísticas, primero trabajé en la Dirección General de Política Económica y Social, que era un equipo muy lindo al comienzo, y donde cayó Salinas de Gortari como director general. Ahí me pidieron que me quede, yo estaba haciendo un modelo de simulación de la economía mexicana con unas variables que me habían dado, un chileno que estaba exiliado de la época de Allende que había hecho el modelo teórico. Llegó Salinas, llevó su equipo y se llevó parte del equipo con el que yo trabajaba, pero bueno yo era una exiliada y no podía estar eligiendo equipos. La verdad que me trataron fantástico, no tengo una sola queja. Después, en un momento determinado me invitaron a ir al Instituto Nacional de Estadísticas y le dije a Salinas que me tenía que ir, porque estudiaba Economía para entenderlos o me iba al lugar adonde me correspondía por mi profesión. Resulta ser que después nombran a Salinas ministro de Programación y Presupuesto y el Instituto dependía de ese ministerio, y yo dije ¡pah!, éste se habrá enojado conmigo que lo abandoné, pero fue lo contrario, me recomendó muchísimo y me ascendieron a directora. Y ahí trabajé muy bien, a mi marido también le fue muy bien.

-¿En esas circunstancias vuelve para concursar en la Universidad de la República?

-Me vengo a hacer el concurso, pero me vuelvo a México. Y en el medio, entre volverme y hacer el concurso me ofrecen un trabajo, una persona que había trabajado con Salinas, el subdirector general del instituto, me ofrece dirigir un proyecto de información estadística del país. Yo le digo que no, que mi objetivo era volver, pero me costó mucho. Primero por el salario que me ofrecían, ocho mil dólares mensuales, y me vine acá a ganar el salario universitario. Y segundo que era un trabajo muy interesante, coordinar ese proyecto, pero bueno tá, estábamos en camino de volver y volvimos.

-Internet era por entonces un tema de orden más académico que comercial, ¿cómo fueron esos comienzos?

-En el `91 nos invitaron a una reunión en Rio que se hacía con todos los latinoamericanos y que había, también no sólo latinoamericanos sino que había gente de Europa y de Estados Unidos, montón de vendedores de elementos para las comunicaciones, conexión satelital y todo eso. En un momento determinado, un norteamericano y un europeo nos dijeron que nosotros teníamos que armar algo latinoamericano, y que si nos parecía ellos nos iban a elegir unas autoridades para formar algo, para unirnos, y yo les dije que no estaba de acuerdo, que si nosotros no podíamos elegir nuestras propias autoridades nunca existiría una unidad latinoamericana. Les pedí que nos dejaran una mañana solos, solos a los latinoamericanos, lo cual generó un enojo tan grande porque, claro, venían con todo preparado. Pero no podían decirnos que no, en el momento en que yo les dije que no, que les pedía si no nos dejaban a los latinoamericanos solos. En aquel momento Internet era académico, pero estaban todos los proveedores, de equipos, de tecnología, y estaban los grandes dirigentes de la OEA, la Unesco, había una cosa que se llamaba Unión Latina, había gente de España, había de todo. La cosa es que cuando yo pedí eso los latinoamericanos se plegaron al pedido y entonces no hubo más remedio, y esa noche hicimos varios, trabajamos toda la noche en la compañía de un ron cubano, me acuerdo, porque había un cubano que había traído aunque yo no tomo, y ahora menos, y bueno redactamos una propuesta y a la mañana siguiente formamos el foro de América Latina y el Caribe. Y ese foro fue el comienzo de la unidad latinoamericana, de la unidad para la conexión, no había tecnología, no había nada, pero con el foro empezamos a trabajar, nos encontramos una vez por año y años después armamos toda esta cuestión.

- Casi en un orden simultáneo se estaban viviendo grandes avances tecnológicos, ¿cómo vio usted toda esa etapa y lo que vino después?

-Creo que nos sorprendimos muchas veces, la verdad nos sorprendió mucho.

- ¿Qué siente cuando ve la experiencia de los laptops para escolares?

-Bueno, eso es algo que a mí me parece maravilloso. En el `94 se abrió Internet comercial, hasta entonces era académico y ahí fue la explosión, la enorme explosión. En el `94 fue lenta, en el `95 más y en el `96 empezó a abrirse el Internet comercial, y empezó el web, que comenzó la gran explosión, la tecnología de hardware acompañaba todo esto, empezaron los módems, pero empezaron a incorporarse a las computadoras y después empezó a incorporarse la captación visual. Fue una explosión de aquellas, nadie lo imaginó. La explosión de hoy no se imaginó, ni nosotros ni nadie. No recuerdo en qué año fui a una reunión de Internet Society y que Vint Cerf, que era uno de los creadores del protocolo IP versión cuatro, que es el protocolo por el que nos comunicamos por Internet hasta ahora, ahora estamos cambiando a IP versión seis, dijo en un discurso maravillado, sería en el 96, 97, en el 2000 vamos a tener dos millones de usuarios...

- Hace unos años usted dijo que soñaba con crear hospitales remotos, ¿qué hay de eso?

- Sí, y no puedo lograrlo, es una de mis obsesiones. No hospitales remotos, diagnósticos remotos. Todavía no sé cómo hacerlo, esa es una de mis obsesiones reales.

- ¿Y cuáles son las barreras, locales o internacionales?

- En gran parte son nuestras, porque hay que en las prioridades, eso de primero tengo que hacer esto o aquello, y yo pienso que lo primero no existe, que hay que hacer todo. Porque mientras uno hace primero, se atrasó en lo segundo y en lo tercero, y cuando va a agarrar lo segundo y a ponerlo primero, ya tiene otras prioridades. Por eso no hay primeros. Hace días que estoy con esto, de ir a hablar con todo el sistema hospitalario, que es tan fácil hacerlo, pero hay que cambiarles la mentalidad a los médicos.

- ¿No es un tema de software, de tecnología?

- No, en Brasil hay una red hospitalaria impresionante. Esa red hace que uno pueda hacer diagnósticos remotos, que pueda cooperar, que sean menores los errores médicos, que son errores contra el ser humano.

- ¿Es un problema más ligado a la mentalidad de los médicos?

- Yo no sé si de los médicos, del sistema, de las prioridades, de qué, pero es difícil de entrar. Nosotros en el 2005 inauguramos lo que nosotros llamamos RAU dos, que es la red académica uruguaya, la red avanzada, habíamos organizado una reunión de Clara en Uruguay de Latinoamérica, vinieron como cincuenta personas y aprovechamos para hacer la inauguración oficial, que hicimos un memorable concierto a dúo entre Eduardo Fernández y Kiyi Fukuda, eso fue imponente. Hoy estamos mucho mejor en comunicaciones que antes, y sin embargo se pudo hacer.

- ¿Qué se necesita entonces para lograr ese objetivo?

- Necesitamos generar la conciencia de qué es lo que se puede, yo creo que todavía la gente está muy acostumbrada a trabajar a su manera, a encerrarse en sí mismo. Para nosotros los uruguayos que somos tan poquitos y estamos tan alejados del mundo, porque realmente qué lejos que estamos, cuando tenemos que viajar nos damos cuenta, estas cosas son fundamentales para acercarnos al mundo y para crecer. En el año `93, creo, un amigo mío peruano que inauguró la red peruana se fue a la cordillera y armó un grupo de indígenas, los ayudó a armar un correo electrónico en aquel momento y los indígenas empezaron a vender sus artesanías por correo electrónico desde allá arriba.

Y, bueno, se puede hacer...

¡¡ GRACIAS IDA !!

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