"La jornada empezaba, las ovejas habían abandonado el campo en el que habían pasado la noche, y yo, con las alforjas al hombro, me iba detrás del pastor, plácido y sereno.
Iba por senderos cuyo secreto sólo él conocía. Ningún animal a nuestro alrededor, apenas un lejano murmullo y al sonar de los cencerros que situaban al rebaño en movimiento entre los caminos y los pinos.
Me sentía inquieto al no ver a mis animales. ¿Los hallaríamos antes de franquear las crestas, o tendríamos que volver atrás para buscar durante todo un día?
El viejo pastor me explicó las verdaderas razones de su serenidad:
- Pequeño, los animales siempre suben por la mañana. Se van hacia las cimas. No es que allí el pasto sea más abundante ni más fácil, pero es un instinto del ser el levantar los brazos hacia el azul del cielo y lanzarse al asalto de las cumbres. La hierba que se ha conquistado a fuerza de músculos y de tenacidad tiene un excelente valor, tal vez solamente porque se la ha deseado mucho...
Puede estar tranquilo: las hallaremos todas de nuevo en la cima, allá arriba.
Únicamente me preocupa -añadió- el pequeño rebaño de León, demasiado domesticado, demasiado acostumbrado a comer en los pesebres y en los pastizales, y tienen algo así como nostalgia de las vallas y del establo. Se diría que no tienen ya fuerzas para subir; su ideal ya no está arriba sino abajo... Prefieren el ronzal al azul del cielo... No son ya ovejas dignas y orgullosas; !son perros! !Escucha los cencerros allá arriba, frente a nosotros!
Nuestros animales no bajarán hasta el anochecer, cuando el sol se apague detrás de Rocheroux, hacia la paz y la seguridad del llano, para volver a subir, mañana, todavía más arriba.
Vuestros niños, os diría el pastor, son como ovejas:
Siempre quieren subir; solo tendréis paz y certidumbre si sabéis ayudarles, precederles a veces hacia las cimas, o seguirles... !
Iba por senderos cuyo secreto sólo él conocía. Ningún animal a nuestro alrededor, apenas un lejano murmullo y al sonar de los cencerros que situaban al rebaño en movimiento entre los caminos y los pinos.
Me sentía inquieto al no ver a mis animales. ¿Los hallaríamos antes de franquear las crestas, o tendríamos que volver atrás para buscar durante todo un día?
El viejo pastor me explicó las verdaderas razones de su serenidad:
- Pequeño, los animales siempre suben por la mañana. Se van hacia las cimas. No es que allí el pasto sea más abundante ni más fácil, pero es un instinto del ser el levantar los brazos hacia el azul del cielo y lanzarse al asalto de las cumbres. La hierba que se ha conquistado a fuerza de músculos y de tenacidad tiene un excelente valor, tal vez solamente porque se la ha deseado mucho...
Puede estar tranquilo: las hallaremos todas de nuevo en la cima, allá arriba.
Únicamente me preocupa -añadió- el pequeño rebaño de León, demasiado domesticado, demasiado acostumbrado a comer en los pesebres y en los pastizales, y tienen algo así como nostalgia de las vallas y del establo. Se diría que no tienen ya fuerzas para subir; su ideal ya no está arriba sino abajo... Prefieren el ronzal al azul del cielo... No son ya ovejas dignas y orgullosas; !son perros! !Escucha los cencerros allá arriba, frente a nosotros!
Nuestros animales no bajarán hasta el anochecer, cuando el sol se apague detrás de Rocheroux, hacia la paz y la seguridad del llano, para volver a subir, mañana, todavía más arriba.
Vuestros niños, os diría el pastor, son como ovejas:
Siempre quieren subir; solo tendréis paz y certidumbre si sabéis ayudarles, precederles a veces hacia las cimas, o seguirles... !
Desgraciados los seres que, domesticados demasiado pronto, han perdido el sentido de la ascensión y que, como ancianos fatigados, prefieren al aire de las ancharas y al azul del cielo collar de la esclavitud y el cebo de la renuncia! Todos los caminos son buenos cuando conducen a la altura."
"La vida se eleva siempre." Celestin Freinet
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