Gustavo está a punto de cumplir 13 años. Un buen día sus padres cayeron en la cuenta que había pasado de ser comunicativo y charlatán, a estar callado y aislarse en su cuarto. Se habían preparado para su adolescencia leyendo algún que otro libro y hablando con amigos. Ante esos primeros síntomas de incomunicación intentaron varias estrategias, pero ninguna pudo frenar el progresivo aislamiento de Gustavo.
La adolescencia es una etapa vital de gran y positivo potencial, siempre que padres y educadores la entendamos y acompañemos adecuadamente. Es verdad que los jóvenes, en la búsqueda de su propia identidad, necesitan distanciarse de sus padres, ser críticos y mostrarse obstinados: prefieren la soledad más que la compañía del resto de la familia.
Los adolescentes encerrados en su cuarto quedan atrapados hasta la madrugada en Internet o jugando ante sus pantallas. Posiblemente el germen de algunas manifestaciones extremas de aislamiento no sucede de repente: se inocula lenta y silenciosamente desde la niñez mientras los padres pueden creer que el chico es hogareño porque le gusta estar en casa.
La dinámica vida posmoderna induce a la invención de términos y expresiones cuyo uso se consolida con rapidez. Eso sucede con la expresión "botellón electrónico", acuñado por el psiquiatra familiar Paulino Castells. Hace menos de diez años él comenzó a adjudicar ese nombre al conjunto de pantallas y anexos de que disponen nuestros adolescentes: TV, PC, celular, juegos electrónicos, iPod, MP3 y 4 y siguientes, auriculares etc.
"Lo comparé con el botellón alcohólico, porque los jóvenes presentaban síntomas de embriaguez muy similares a los que producen los excesos de alcohol en los fines de semana. La diferencia con los jóvenes bebedores es que éstos arman algarabías, mientras que la borrachera del botellón electrónico es silenciosa".
Castells recomienda prevenir situaciones de incomunicación y aislamiento en niños y adolescentes, fomentando la comunicación intrafamiliar.
Algunas medidas a adoptar por los padres, nada simpáticas para los hijos, son:
- no mirar por costumbre la tele en las comidas,
- controlar el número de pantallas en los dormitorios,
- dosificar el tiempo destinado a las maquinitas y
- colocar la computadora a la vista de todos, por ejemplo, en la sala de estar u otro lugar común aunque se trate de una portátil o un notebook.
Así este instrumento cibernético se convierte en un puente del diálogo familiar, facilita la posibilidad de compartir y analizar con actitud crítica noticias, juegos y redes sociales. De este modo, además, los padres conocemos qué blogs y otros recursos de la web frecuentan los jóvenes y aprendemos mucho de informática, de los intereses de nuestros hijos al tiempo que creamos o reforzamos los lazos familiares.
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