J. A. A. - Madrid - 26/11/2007
Ordenadores con acceso a Internet en todas la clases. Videoproyectores. Pizarras digitales. Alumnos con dispositivos portátiles, también conectados. Esto no está tan lejos de ocurrir en los países avanzados, pero ¿para qué? Los estudios, lo mismo en España que en el Reino Unido, dicen que las tecnologías van llenando las clases, pero, salvo excepciones, no están sirviendo para cambiar las formas de enseñar.
"No tiene mucho sentido impulsar la incorporación de las nuevas tecnologías a la educación escolar con el argumento de su protagonismo en la sociedad de la información y, al mismo tiempo, seguir manteniendo un currículo y una organización del sistema educativo que responden más bien, en conjunto, a unas necesidades y unos modos de aprendizaje y unos modos de acceso al conocimiento que en buena medida no son los propios de la sociedad de la información", escribió el catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Barcelona César Coll para su intervención en la Semana Monográfica de la Fundación Santillana que se acaba de celebrar en Madrid.
Coll dio la forma final a un argumento recurrente durante la semana, la reivindicación de las nuevas tecnologías para impulsar una innovación educativa que mejore el sistema. Pero, matizó, los avances por sí solos no son "ni buenos ni malos", y "se pueden adaptar perfectamente a lo que ya se hace". Así que todo dependerá de su uso.
Pero la mayoría de avances, dijo Coll, vendrán de la aplicación de estas ideas en clase. Porque por mucho que cambien los contextos, por mucho que se derritan incluso los límites físicos de la escuela, si en algo están de acuerdo los expertos es en que el profesor seguirá estando en el centro del proceso. De hecho, el contexto de las nuevas tecnologías "refuerza ese papel central del educador", aseguró Hugo Raúl Martínez, responsable de los programas educativos de Microsoft en Chile y Bolivia.
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