Mientras posa para la foto en medio de la naturaleza reverdecida por la lluvia y luciendo su corbata de colección con la doble hélice del ADN (regalo de una alumna, cuyo padre era diseñador para Armani), Francisco Ayala hace honor a lo que dijo de él The New York Times cuando lo llamó "el hombre renacentista de la evolución".
Físico, genetista, además de viñatero, y gustador de la buena comida y las expresiones artísticas, este ex sacerdote domínico y ex asesor de Clinton es, sin lugar a dudas, uno de los grandes nombres de la biología evolucionista. Llegado a EE.UU. en 1961, poco después de haber finalizado sus estudios de filosofía y teología, y de haber tomado los hábitos, Ayala es actualmente profesor del Departamento de Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de California en Irvine, y reconocido por sus investigaciones sobre el reloj molecular evolutivo, una técnica para datar la divergencia entre dos especies.
La Nación | Nora Bar
Esta semana Francisco Ayala está en Buenos Aires para participar del Simposio de Biología Evolutiva del Cono Sur, que se realiza en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA.
-¿Cuál fue su primera vocación, la fe o la ciencia?
-Mi primera vocación fue la ciencia. Estudié en un colegio católico de Madrid. Mi primera clase de ciencia me la dio el padre Pedro, que me impresionó mucho. Nos hablaba con tal entusiasmo... Nadie en mi familia, que es muy grande (mi madre tenía ocho hermanos y mi padre, siete), se había dedicado a la vida académica. Soy la oveja negra de la familia y el único que se fue a los Estados Unidos. Cuando estaba terminando mis estudios de teología, decidí que mi vocación era la evolución. Hice un acuerdo con mis superiores de que me iba a dedicar a la genética y la evolución durante por lo menos tres años, y después iba a decidir si volvía a practicar ya como cura o me quedaba en la ciencia. Luego seguí en muy buenas relaciones con todos ellos y con la Iglesia en general.
-La Iglesia no está peleada con Darwin...
-Ni conmigo...
-Por otro lado, se adaptó muy bien a la vida norteamericana...
-Desde el punto de vista científico no se puede estar en un lugar mejor. Escribo sobre filosofía, religión y ética, y, de vez en cuando, también sobre vinos.
-El presidente Obama acaba de dar un discurso para promover la enseñanza de la matemática y de la ciencia. ¿Coincide en que son prioritarias?
-No se puede hacer ciencia, tecnología ni informática sin matemática. Es como querer hacer filosofía sin lógica. Es la manera de pensar y planificar.
-¿A qué atribuye que se piense la evolución como sinónimo de progreso cuando Darwin no la concibió de esa forma?
-Definitivamente, la evolución no tiene nada que ver con el progreso. De hecho, el destino final de todas las especies es la extinción, porque el 99,99% de todas las especies que han existido en el pasado se han extinguido, si fallaban en adaptarse a los cambios ambientales, o tenían conflictos con otras especies.
-¿Tenemos un futuro oscuro por delante?
-Bueno, lo que pasa con los humanos es que la evolución que cuenta ya no es la biológica, sino la cultural en un sentido amplio. Ahora los humanos no nos adaptamos cambiando nuestros genes para adaptarnos al ambiente, sino que cambiamos el ambiente de acuerdo con las necesidades de nuestros genes. Es conveniente y apropiado entender la evolución biológica para entender la evolución cultural.
-¿La evolución también sigue creciendo?
-Conocemos ahora sobre la evolución 100 veces más de lo que conocía Darwin. Pero ahora nos queda mucho más por conocer que hace 50 años. Parece contradictorio, pero es verdad. Cuando más se sabe se pueden hacer más preguntas, que es lo bonito de la ciencia.
-¿Cuáles son los nuevos problemas que plantea la evolución?
-Los que a mí me interesan son esencialmente los de la neurobiología. Hoy entendemos que las neuronas se comunican por señales eléctricas, pero cómo se transforman esas señales químicas en pensamientos, en deseos o en motivaciones, y cómo al final la mente surge de todo eso. Otro es cómo se traduce la información lineal del ADN, un texto del tamaño de 500 libros como El Quijote, en animales, y en plantas y en seres humanos. Y por último, la transformación de antropoide a humano. Cómo una diferencia de sólo un 1,5% hace que seamos tan diferentes.
-La evolución parece hacer innecesaria la figura de un creador. ¿Todavía es creyente?
-Nunca contesto esta pregunta.
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