Juan Grompone siempre da que hablar. Concuerdo con muchas de sus opiniones y siempre es un placer repasar sus argumentos. Admiro su lucidez y claridad para plantear temas complejos.
A continuación, algunos pasajes de la entrevista (las itálicas son mías) :
-¿Por qué no funciona la educación?
-Estamos en un problema serio, pasan las administraciones y nadie la hace andar. Yo ni siquiera pido que la educación ingrese al siglo XXI, sino que funcione, que se cumpla con los horarios, con los programas, que se hagan los informes, que se inspeccione todo aquello que tiene que ver con que la cosa marche. Y parece que nadie puede lograrlo, cuesta creerlo.
Hay que empezar porque las clases comiencen en hora, tengan clases todos los días y se cumplan los programas. Hablar de la educación del futuro si ni siquiera cumplimos lo básico, es muy difícil.
-¿Por dónde hay que empezar?
-Para mí la solución es muy simple: hay que implantar un sistema de calidad, hay que tomárselo en serio. En el mundo actual no se concibe que una organización no esté regida por normas de calidad, me refiero a las ISO 9000 u otras similares. Se contrata una consultora y se va para adelante. Eso no es imposible, Colombia lo está haciendo, el Ministerio de Educación de Colombia está certificado con ISO 9000. El BID acaba de recomendar a Uruguay que aplique un plan de calidad para la policía. Es la forma de hacer caminar una organización. Hay que implantarlo, con todo lo que eso significa: evaluación, perfiles de cargos, auditorías, cumplimiento de planes, porque eso es poner en marcha una organización.
-¿Se puede aplicar un sistema de normas de calidad como el que usted menciona en la educación pública?
-Que no se tome como una locura. Si uno mira el plan original de educación de José Pedro Varela con detenimiento, estoy seguro que se podría certificar ISO 9000. El plan original de Varela cumple con todo y por eso la educación primaria en Uruguay fue excelente. Existían los informes, las auditorías, las inspecciones, un perfil para cada cargo. Eso permitió, mientras se cumplió, una muy buena educación. Hoy estamos lejos de eso. Nos encargamos de ir desmantelándolo, alivianándolo, relativizando todo, restándole importancia y eso deterioró la gestión.
Acá cuestionamos todo. Yo quisiera saber cuántos de los que protestan, por ejemplo, contra las pruebas PISA observaron alguna vez qué son. Es la prueba más inocente del mundo, de lenguaje, aritmética, geografía, historia, una prueba para comprobar el estado de la juventud a los quince años. Se piensa que hay una conspiración detrás, es de locos. Está muy bien hecha, pero los que ven cucos allí son los que trancan. Lo que pasa es que tienen mucho miedo, porque lograr esas metas, aunque parezcan sencillas, para nuestro actual nivel es difícil. Deberíamos tener pruebas nacionales de ese tenor, ayudarían a medirnos mejor.
-El acceso a la educación terciaria a partir del déficit en secundaria, se torna más difícil…
-En la educación terciaria hay dificultades también. Pero destaco algunas cosas. Por ejemplo, en la Facultad de Ingeniería hace años que se viene haciendo un símil de lo que sería una prueba de ingreso, para saber cómo llegan los estudiantes y después los siguen en su formación. Y de acuerdo con los resultados, es clarísimo que los que llegan lejos y terminan la carrera son los que tuvieron buenos resultados en aquella prueba. Si hubiera sido de ingreso, habrían seguido los que estaban en mejores condiciones para seguir adelante. Eso nos demuestra que hay gente que no puede completar una carrera de cinco o seis años y hay que buscar la alternativa de carreras cortas, como lo hizo Ingeniería. Hoy trabaja con UTU y hay buenos resultados. Uruguay tiene que aceptar de una buena vez que las carreras universitarias tienen un grado más, que es la carrera corta. Eso pasa en todo el mundo y acá creemos que somos una lumbrera.
El Plan Ceibal
-Tenemos un serio problema con la calificación de los trabajadores, producto de ese déficit educativo…
-Pensando en la alta demanda del sector servicios, los recursos humanos son la materia prima principal. Hay recursos que faltan y otros que fallan, porque en la medida que la enseñanza secundaria es mala, no podemos pedirle a la enseñanza universitaria que tenga notables resultados. Y es mala porque, entre otras cosas, los alumnos no se interesan, se aburren. Lo que se les está enseñando es del siglo pasado.
El único gran aporte en los últimos años a nivel educativo, es el Plan Ceibal. Una computadora a cada niño que lo pone en el mundo actual. El abismo es cada vez más grande, lo que le hacen estudiar y lo que él puede encontrar en internet no tiene punto de comparación.
-¿El impacto ya se debería ver?
-Este es un año de prueba PISA, más o menos la mitad de los muchachos que darán esa prueba pasaron por el Plan Ceibal. Pero no busquemos señales allí. El plan Ceibal no actúa sobre la formación tradicional, está incluyendo a los chicos en el mundo actual. El cambio comenzará a verse cuando lleguen al mundo del trabajo. En la actualidad, prácticamente, todos los puestos de trabajo salvo muy escasas excepciones, requieren de un conocimiento a nivel digital. Yo me imagino cuánta gente trabajará en el mundo del audiovisual, cuando a esos chiquilines a los que les entregaron con seis o siete años una máquina que tenía posibilidad de sacar fotografía o videos, y lo hicieron. Experimentaron, se animaron. Eso lo está preparando el Plan Ceibal, pero va en paralelo con la educación formal, la que no avanza. La que se convierte en una pérdida de tiempo y un despilfarro de recursos, porque no le metemos mano.
-El presidente Mujica utiliza conceptos similares acerca del desarrollo de los sectores tecnológicos, apuesta a la UTU…
-Yo creo que Mujica está pensando en el viejo operario de UTU, el mecánico tornero. Y lo que hay que pensar es en especialistas en gastronomía, modas, sonidista, camarógrafo, esas son las profesiones. Me pueden decir que Botnia necesitó soldadores y hubo que buscarlos afuera. Y eso está bien, son trabajos temporarios, no permanentes, lo otro sí. Nos aferramos a viejos conceptos y no queremos cambiar.
-El Uruguay tecnológico, ¿dónde está?
-Está creciendo en varios sectores a impulso propio. A la industria del software no la ayudan, muchas veces las licitaciones son solo para los de afuera, siendo que lo que se licita se puede hacer acá. Pero por otro lado, por suerte no la tocan, no le meten mano. Por eso los emprendedores crecen. Cuando el Estado se mete con las cosas tecnológicas es para mal.
Está el caso del Laboratorio Santa Elena, que erradicó la aftosa con su vacuna; después la obligaron a eliminar todas las cepas de virus porque si no el país no podía ser declarado libre de aftosa. Era una imposición de afuera que no se supo o no se quiso negociar. Después vino la aftosa de nuevo y no teníamos la vacuna...