Laboratorio. Abren horizontes a investigación de fármacos y anticontaminantes. Dudas bioéticas | Confía en que las células aprovecharán la energía solar
WASHINGTON | AFP, ANSA Y EL PAÍS DE MADRID
Una ley inviolable de la biología -toda célula proviene de la división de otra célula- regió la existencia y la evolución de todos los organismos de la Tierra desde hace 3.500 millones de años. Hasta ayer.
La bacteria que acaba de salir de los laboratorios de Craig Venter es una célula, pero no proviene de otra porque su genoma es pura química: fue sintetizada en el tubo de ensayo desde la primera hasta la última letra. Ya vive la materia inerte animada por el hombre.
La primera "célula sintética" se llama Mycoplasma mycoides JCVI-syn1.0, para distinguirla del Mycoplasma mycoides, que es la bacteria natural en quien se inspira: la que le aportó no su genoma (que es de origen químico), pero sí la información para fabricarlo (copiarlo).
Aunque la célula sintética no tiene una madre biológica, sí tiene una madre informática. JCV es por John Craig Venter, y el 1.0 lleva su sello: denota que la célula es sólo una primera versión y connota, o presagia, un futuro Sillicon Valley del diseño de organismos vivos.
La reconstrucción de formas biológicas a partir de su mera información genética -de una secuencia de letras de ADN escritas en un papel o almacenadas en una memoria- ya se había experimentado con virus, entre ellos el de la polio y el de la gripe española de 1918. Pero los virus no son entidades biológicas autónomas: para reproducirse usan la maquinaria de la célula a la que infectan.
Es difícil predecir el alcance de la nueva tecnología. Entre los proyectos de Venter está diseñar un alga -unicelular, como la mayoría de las algas naturales- que fije el dióxido de carbono que hay en la atmósfera y lo convierta en hidrocarburos, utilizando la energía de la luz solar.
Otros proyectos buscan acelerar la producción de vacunas y mejorar la creación de ciertos ingredientes alimentarios y de otros compuestos químicos complejos, o diseñar microorganismos que limpien las aguas contaminadas.
Pero estos fines empresariales conviven, de forma paradójica, con cuestiones de profundidad. ¿Cuál es el genoma mínimo para sostener la vida? ¿Hay un conjunto de secuencias genéticas que define la frontera entre lo vivo y lo inerte? ¿Es esto una forma rampante de reduccionismo que pueda afectar a nuestra concepción de la vida humana?
"Este es un paso importante tanto científica como filosóficamente", admitió Craig Venter. "Ha cambiado mis opiniones sobre la definición de vida y sobre cómo la vida funciona". El trabajo de los científicos plantea también otras cuestiones sobre seguridad pública, bioterrorismo y propiedad intelectual. Y entre los ángulos polémicos del nuevo mycoplasma está su denominación. Los autores lo llaman célula sintética, cuando sólo su genoma lo es.
"Esta es la primera célula sintética que se ha hecho", anunció su creador, "y la llamamos sintética porque la célula se deriva enteramente de un cromosoma sintético, hecho con cuatro recipientes de productos químicos en un sintetizador químico a partir de pura información guardada en una computadora".
El trabajo, que adelanta la revista Science en su edición electrónica, es la culminación de un proyecto que empezó hace 15 años, cuando Venter y su equipo hallaron un modo de estimar el genoma mínimo, la mínima información necesaria para sostener vida autónoma.
Los investigadores tomaron uno de los organismos con el genoma más pequeño conocido, otro mycoplasma (Mycoplasma genitalium), que vive en el tracto urinario humano, y le estropearon los genes uno a uno para quedarse sólo con los indispensables. Ese genoma mínimo suficiente para sostener la vida resultó tener sólo 350 genes. Ese fue el punto de partida para el resto de la investigación, con esa y otras especies del género Mycoplasma.
Compuesto por un millón de letras (el humano comprende unos 3.200 millones), este ADN artificial es totalmente similar a uno natural, aunque tiene 14 genes menos, unas pocas mutaciones ocurridas durante el largo procedimiento y unas marcas de agua añadidas por los investigadores para distinguirlo con certeza de la versión natural. La célula sintética Mycoplasma mycoides JCVI-syn1.0 se comporta como un Mycoplasma mycoides cualquiera.
PERSPECTIVAS. "Aunque estas técnicas pueden generalizarse, la concepción, la síntesis, el ensamblaje y el trasplante de cromosomas sintéticos ya no serán obstáculos a los progresos de la biología sintética", indicaron los científicos de Synthetic Genomics en su estudio.
"La habilidad de escribir rutinariamente la ingeniería de la vida conducirá a una nueva era en la ciencia, y con ella, a nuevos productos y aplicaciones como biocombustibles avanzados, tecnología de agua limpia y nuevas vacunas y medicinas", aseguró el instituto en su sitio de internet, añadiendo que es necesario un diálogo intenso "con todas las áreas de la sociedad, desde el Congreso hasta especialistas en bioética".
Con respecto a este particular, Venter estimuló la discusión desde el principio de sus investigaciones y algunos de los más respetados bioéticos del mundo llevan más de 10 años analizando la cuestión. Entre ellos, Mildred Cho, del centro de ética biomédica de la Universidad de Stanford, y Arthur Caplan, del centro de bioética de la Universidad de Pensilvania. También está el teólogo Daniel McGee, de la Universidad de Baylor. Todos recopilaron sus estudios en el sitio de la empresa de Verter.
El investigador Pat Mooney, director del ETC Group, un organismo internacional privado de control de las tecnologías con sede en Canadá, sostuvo en un comunicado de prensa que el trabajo de Venter es una "caja de Pandora" y se cuestionó sus aplicaciones futuras.
"La biología sintética es un campo de actividad de alto riesgo mal comprendida motivada por la búsqueda de beneficios", estimó. "Sabemos que las formas de vida creadas en laboratorio pueden convertirse en armas biológicas y amenazar también la biodiversidad natural", añadió el experto.
El potencial energético del descubrimiento de Venter
ANSA Y EL PAÍS DE MADRID
Craig Venter es una figura única en el panorama científico. Uno de los investigadores más brillantes del proyecto de genoma público, se hizo famoso al lanzar un proyecto privado para competir con él. Cuando esta carrera acabó en empate, Venter reasignó sus sistemas rápidos a secuenciar (leer las letras del ADN) en masa la vida marina.
El nuevo éxito que alcanza el norteamericano marca otro paso en el camino hacia la fabricación de vida artificial y hacia el objetivo que había anunciado el científico: crear organismos con un ADN programado para que lleven a cabo tareas predeterminadas.
En 2007, en efecto, tras haber logrado el primer mapa del ADN humano, Venter construyó el primer ADN sintético. Luego, en 2009, consiguió el primer trasplante de material genético de una bacteria a otra.
Ahora los investigadores que son conducidos por Daniel Gibson pudieron combinar estos dos resultados precedentes, creando así la primera célula viva cargada con ADN sintético.
Craig Verter, propietario de la empresa Synthetic Genomics, tiene como meta la creación de una bacteria artificial que capte un espectro muy amplio de la luz solar.
El científico estima que una bacteria artificial de este tipo podría convertir en hidrógeno un 10% de la energía solar y que sembrarla en 13.000 kilómetros cuadrados bastaría para alimentar todo el transporte de EE.UU. Sostiene que la tecnología genética es capaz de multiplicar el rendimiento de un proceso natural por 10.000 o 100.000 veces.